UNIVERSIDAD
PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR
INSTITUTO
PEDAGÓGICO DE CARACAS
CURSO:
NEUROCIENCIA APLICADA A LA EDUCACIÓN INICIAL
SECCIÓN:
001
ESTUDIANTES:
KLEIVIS MANRIQUE. C.I: V-19401905
SARAIS
RAMIREZ. C.I: V-21535186
DIVERSIDAD
Y EDUCACIÓN INCLUSIVA
El
ejemplo de la profesora Pérez lo podemos relacionar fácilmente con el método
Montessori en el cual los niños participan de manera activa en su proceso de desarrollo y aprendizaje y pueden auto
dirigirse con inteligencia y elegir con libertad.
Los
maestros imparten las lecciones individualmente o en pequeños grupos abordando
una amplia variedad de temas de acuerdo con los intereses
del alumno.
Los
ejercicios pueden repetirse infinidad de veces al ser programados de manera individual permitiendo la comprensión mediante la repetición.
Existen
reglas y límites que no pueden ser traspasados de ninguna manera y son explicados
clara y lógicamente a los pequeños. La guía permanece en el fondo observando,
ayudando, presentando al niño los nuevos materiales que a él le han interesado o que piensa le
puedan interesar, interfiriendo en las relaciones entre los niños solamente cuando es absolutamente necesario.
Existen "círculos" en donde todos los niños juntos observan temas de interés general. Además
de que los niños más avanzados ayudaran a los menos avanzados para adquirir las
habilidades necesarias. Es por ello que además de utilizar este método el
enfoque de esta profesora se fundamenta
en dos principios: aprendizajes basado en la experiencia y el aprendizaje
contextualizado los cuales son de gran importancia ya que lo que se aprende
significativamente te motiva a seguir aprendiendo mas además de que el contexto
influye en cada momento en los procesos de desarrollo y aprendizaje.
Ahora
bien el propósito básico del método Montessori es liberar el potencial de
cada niño para que se auto desarrolle en un ambiente estructurado.
El
método nació de la idea
de ayudar al niño a obtener un desarrollo integral, para lograr un máximo grado en sus
capacidades intelectuales, físicas y espirituales, trabajando sobre bases
científicas en relación con el desarrollo físico y psíquico del
niño.
María
Montessori basó su método en el trabajo del niño y en la
colaboración adulto - niño. Así, la escuela no es un lugar
donde el maestro transmite conocimientos, sino un lugar donde la inteligencia y la parte
psíquica del niño se desarrollará a través de un trabajo libre con material didáctico
especializado.
Los
principios de la filosofía Montessori se fundan directamente en las leyes de
la vida. El niño posee dentro de sí, desde antes de nacer, directrices para
desarrollarse psíquicamente. Los adultos somos simples colaboradores en esta construcción que hace de sí
mismo. El niño necesita del amor y cuidado de sus padres,
pero necesita también que el adulto le proporcione un
medio ambiente preparado en donde sea posible la acción y la selección. En
el caso de la profesora se evidencia que en general, todas las familias
valoraban la educación.
La
Dra. Montessori sostenía que cada individuo tiene que hacer
las cosas por si mismo porque de otra forma nunca llegará a aprenderlas. Un individuo bien educado continúa aprendiendo
después de las horas y los años que pasa dentro de un salón de
clase, porque está motivado interiormente por una curiosidad natural, además del amor al
aprendizaje. Ella pensaba, por lo tanto, que la meta de la educación infantil no debe ser llenar al niño con datos
académicos previamente seleccionados, sino cultivar su deseo natural de aprender.
“A
los niños se les enseña”. Esta verdad simple pero profunda, inspiró a Montessori para buscar la reforma educativa
(metodología, psicología, enseñanza, y entrenamiento del profesor)
basado todo, en su esmero por fomentar que es uno mismo
quien construye su propio aprendizaje, por lo que cada pedazo de equipo, cada
ejercicio, cada método desarrollado, fue basado en lo que ella observó,
en lo que los niños hacían "naturalmente", es decir,
relacionados con la capacidad (casi sin esfuerzo) de los niños, para absorber conocimiento de sus
alrededores, así como el interés que estos tenían por materiales que pudieran manipular por sí mismos,
sin ayuda de los adultos.
Ahora bien hablemos de la diversidad y la educación
inclusiva en tiempos anteriores era común presenciar en los centros escolares mayoría
de grupos homogéneos y se excluía a los niños con dificultad de aprendizaje,
aun en la actualidad seguimos presenciando distinciones en cuanto a clase
social, raza o color y discapacidad. El cuerpo de estudiantes es hoy más
heterogéneo que nunca en su composición cultural, étnica, lingüística, de
clase, de género, de capacidad. La presencia de grupos minoritarios con sus
correspondientes perspectivas culturales y religiosas, de alumnos con
necesidades educativas especiales, o que provienen de familias con graves problemas
sociales económicos etc. constituye una realidad que no es irrelevante a lo que
acontece en los centros escolares. A la complejidad que representan las metas
múltiples y con frecuencia conflictivas de éstos, la realidad cambiante en la
que están inmersos, las perspectivas diversas sobre los propósitos de la
educación, se añaden los desafíos y oportunidades que conlleva el imperativo de
ofrecer a todos los alumnos una educación adecuada y oportunidades para una
vida digna. Es el claro ejemplo de la profesora Pérez en el cual ella hace un
diagnostico de su estudiantado, observa, analiza y hace un seguimiento de los
mismos, se da cuenta que ese proceso debe llevarse a cabo de acuerdo a las
necesidades, características e intereses individuales y aunado a ello el
contexto y la diversidad que existe en su salón de clase, de una manera
dinámica busca las estrategias pertinentes para abordar la inclusión y que los
niños y niñas puedan aprender y desenvolverse en diferentes áreas, su enfoque y
filosofía educativa le permiten obtener resultados satisfactorios en los
mismos.
Desde varios marcos teóricos, se coincide, en
general, en reclamar una visión amplia y comprensiva de la diversidad, en sus
múltiples vertientes. Si la educación inclusiva estuvo en sus primeros momentos
más focalizada en alumnos con “necesidades educativas especiales” pues se
planteó como un paso más allá de la idea de integración de tales alumnos en
aulas regulares, en la actualidad ha ampliado su mirada (Aiscow,2001,2004,
2005, 2007; Henze, 2000; Arnaiz, 2003;Echeita, 2006; Ryan,2006). En palabras de
Parrilla (2004), la educación inclusiva ha ido ganando terreno como movimiento
que desafía y rechaza las políticas, culturas y prácticas educativas que
promueven cualquier tipo de exclusión. En términos similares se expresa
Ainscow (2007) cuando señala: En muchos países la educación inclusiva todavía es
considerada como un enfoque para servir a niños con discapacidades dentro de
los marcos de educación general. Sin embargo, internacionalmente cada vez es
considerada de modo más amplio como una reforma que apoya y asume la diversidad
entre todos los alumnos (UNESCO, 2001). Presume que la meta de la educación
inclusiva es eliminar la exclusión social que se deriva de actitudes y
respuestas a la diversidad en raza, clase social, etnia, religión género y
capacidad. La inclusión, pues, como propósito escolar alcanza a todos los
alumnos; conlleva no excluir a nadie de la formación a la que tienen derecho
por razones de justicia y democracia. También se reclama esa mirada amplia
sobre la diversidad, la diferencia y los fenómenos de exclusión por parte de
los teóricos de la justicia social y la educación. Su planteamiento gira en
torno a la importancia de hacer de las escuelas instituciones más equitativas y
justas y, en ese marco, se ha ido reconociendo que junto con la exclusión y
marginación que opera en la sociedad en general y en los sistemas educativos en
particular en torno a ejes como son los de raza/etnia, género, orientación sexual,
religión o clase social, es preciso contemplarla exclusión basada en la
capacidad de los alumnos, aunque éste ha sido un eje que dichos teóricos habitualmente
han omitido en sus discursos (Doyle, 2005). Como ha señalado Theoharis (2004),
hay una conexión necesaria entre justicia social e inclusión de alumnos con
necesidades educativas especiales, y a que la justicia social no puede ser una realidad
en las escuelas donde los alumnos con déficit en capacidad son segregados,
sacados de clases regulares, o reciben un currículo y enseñanza separado.
En definitiva, la problemática de la exclusión educativa y los mejores
propósitos de inclusión no se circunscriben a unos u otros alumnos sino a todos
ellos. En cualquier caso, las múltiples y diferentes fuentes de diversidad
sitúan a los alumnos en zonas de vulnerabilidad y los hacen proclives a
diferentes modalidades de exclusión (Escudero, 2005); de ahí que los desafíos
que representa para los centros escolares la atención a todos ellos, son
notables. Tienen que ver tanto con el trabajo en las aulas como con aspectos
curriculares y organizativos que atañen al centro en su conjunto y a las
dinámicas de liderazgo que se desplieguen en él.
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